viernes, 9 de abril de 2010

Ricardo Villa Sánchez, El Eterno Casi-Abogado

RICARDO VILLA SÁNCHEZ
El Eterno Casi-Abogado
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Nacido en Santa Marta, Colombia, 1977. Abogado y periodista. Ha colaborado entre otros medios nacionales y locales con el Diario El Informador de Santa Marta, (1997- 1998), el periódico alternativo ¿Qué Qué?, de Ediciones Apertura, S. A., (2004- 2005) el semanario Nueva Opinión de Santa Marta y de la Revista Galería de la Universidad del Magdalena. Autor de dos novelas: “Ya Sin Futuro” (una novela de juventud arriesgada en la que tres historias simultáneas, se entrelazan, para mostrar con un lenguaje sencillo y directo, bajo el eterno escudo del amor, la cultura popular, las inquietudes y los sentimientos de los guetos juveniles de hoy: http://ciudadcaotica.blogspot.com/2007/06/reseas.html, Fondo Editorial de la Universidad del Magdalena) y” Siempre es bueno regresar a casa” (de la cual, aunque se extralimita un poco a lo que el docente quiere, comentaré en la parte final de este trabajo; esta novela se encuentra publicada en la dirección: ciudadcaotica.blogspot.com. De igual forma, cabe anotar que también es autor de un libro de poesía titulado “Poesía a control remoto”.
En Bogotá estudió Derecho durante un tiempo en la Universidad Externado de Colombia, nunca terminó y por eso ahora en Santa Marta después de transferirse y tener un sinnúmero de luchas para que le homologarán las materias, está en la recta final de esa carrera que está a punto de dejarlo calvo y parece una carrera irreversible hacia no hacer nada; y con respecto a esta última frase, me atrevo a traer a colación parte de su poema titulado “Qué es el Destino?” ; en el cual expresa …
"En eso pensaba cuando todo cambió.
De un brochazo me volví una colcha de retazos,
Sin saber para dónde ir o coger…
Sin tener decidida la ruta,Sin poder leer o mirar el día o la noche,
Sin querer agachar la cabeza o tener que alzar la frente…
Sin deber hacer nada…
y ahí encontré la respuesta: La vía de la paz o del fracaso no se le niega a nadie”;
Lo cual permite afirmar que cada quien es dueño de su propio destino y cada quien elige para dónde va, como lo expresa el arriba mencionado, o elige una carrera irreversible hacia no hacer nada, o, como también lo expresa en otra frase del mismo poema “el camino está lleno de obstáculos y que el paso hay que avanzarlo raudo por el lado más complejo, para, quizás, llegar a la diana”.
De igual forma, cabe hacer mención su poema "POESÍA DE ÚLTIMA HORA III PENSAR, PENSAR, PENSAR" la cual una de las frases versa en "Hablar de nuevos planes;sentir que todo es un despropósito", y esto a propósito de que el poeta samario menciona en su autobiografía con respecto a su carrera de Derecho que la Frase "Carrera Irreversible de no hacer nada"; ya que esto permite pensar por un instante que el autor posiblemente no quiera dejar plasmado sus proyectos futuristas con respecto a esta faceta de su vida, o posiblemente, como él lo afirma, puede que en realidad sienta que es un despropósito, porque su vida en sí gira es en torno a pensar por sí mismo por medio de la poesía.
¿QUÉ ES EL DESTINO?
Tiré los dados y me salió el número siete: el del amor.
Pensaba en la suerte, en la disciplina, en el talento.
Creía en que todo aquello de que el destino está escrito y de que uno puede intentar cambiar algunas circunstancias, era sólo un cuento.
También que el camino está lleno de obstáculos y que el paso hay que avanzarlo raudo por el lado más complejo, para, quizás, llegar a la diana.
En eso pensaba cuando todo cambió.
De un brochazo me volví una colcha de retazos,
Sin saber para dónde ir o coger…Sin tener decidida la ruta, Sin poder leer o mirar el día o la noche, Sin querer agachar la cabeza o tener que alzar la frente…Sin deber hacer nada…
y ahí encontré la respuesta:La vía de la paz o del fracaso no se le niega a nadie.
Ricardo Villa Sánchez. Santa Marta, 9 de diciembre de 2009.
Webgrafía: http://ciudadcaotica.blogspot.com/
POESÍA DE ÚLTIMA HORA III
PENSAR, PENSAR, PENSAR
Caminar las calles;
no saber si irse o volver…o si quedarse o partir.
Mirar al techo;
subir bajar, tener no tener, amar, no amarse, amarte a ti, amar a los demás.
Dormir en la tarde;
vivir de verdad o envuelto en una sarta de mentiras.
La vida es una vil farsa, la muerte su acomodo,
El mundo es un pañuelo, nosotros un pedazo de todo.
Desvelo de madrugada, silencio, secretos, dudas.
Comer por la noche;pensar, pensar, pensar… hasta probar el último bocado de la soledad.
Hablar de nuevos planes;sentir que todo es un despropósito,y que de mis manos aún no se escurre el caótico lodo.
Volver a comenzar: aburrirse, deprimirse,bajar la nota hasta quedarse sin energía,explotarse de tanto pensar, pensar, pensar…
Beber en la mañana;resaca de la hora boba,camino de una sola vía: al fracaso o al triunfo,a la suerte o al talento, a la muerte en vida del mañana será otro día;un día más, un día menos.
Escuchar el gatillo;Te lo dije de noche, te lo dije aquel día:Otra vez el maldito día: lía, mía, Chía, fía, CIA, tía, guía, marijuemalpamongonorpirofilosofíapensar, pensar, pensar…
Echar o echarse la culpa oportuna;
no querer conciliar con el destino,
no ceder en el cerco,
aguantar hambre en el sitio,
tragar entero sin mirar hacia adelantehasta el punto de no ver esa enorme luna que cobija este grito de fuego:¡ya!, bájate de esa nube huevón, inténtalo, cree, ten fe.
Pensar, pensar, pensar;
No me echen todas esas carretas,
Déjenme, más bien, salir solo de este cuarto claro a ese mundo oscuro.
Todo es lo mismo: llenarse de costras,dar golpes y recibirlos,correr sillas, evitar zancadillas,confiar, decepcionar, arreglar,mover fichas, defender piezas,asumir posturas y terminar solo como una hormiga perdida.
Pensar, pensar, pensar…
enroscarse en una esquina;
sacarlo todo afuera,
botar la esperanza por la ventana,
vivir de lo que te depara la vida
y dejar poco tiempo y espacio para pensar, pensar y pensar,
para darse golpes de hirviente cabeza con las paredes y puñaladas certeras que permitan tu muerte lentaen medio de preguntas sin respuestas,
de juicios sin sentencia y regodeándote en tus propias torturas.
Ricardo Villa Sánchez
RVS, Santa Marta, junio 09 de 2007.
¿QUÉ ES OTRA EPOCA?
Hoy desperté en otra época, quizás siendo otro.
Tú no estabas y no me hacías falta.
Pensaba en que nunca te había conocido,que los últimos años habían sido un sueño más parecido a una pesadilla;
Sin embargo, no sé por qué me carcomía la nostalgia.
Mi alma se oxidaba poco a poco… una parte de mi no encajaba en este nuevo rompecabezas.
Mi corazón latía a paso de tortuga y a mi lado reposaba una persona diferente a ti.
Quise saludar, preguntar su nombre, decirle algo, y ella refunfuñó para luego decir: Qui’ubo perro sin cadenas, perro de viejas épocas:La soledad en compañía es peor que cualquier sueño mítico.
Ricardo Villa Sánchez,
Santa Marta, 9 de diciembre de 2009.
Webgrafía: http://ciudadcaotica.blogspot.com/
COMENTARIO DEL ANTERIOR POEMA:
En realidad, yo creo que al leer este poema cualquier persona se puede sentir identificada; y es que a todos nos ha sucedido el hecho de Despertar en otra época, ya que muchas veces nos despertamos y pensamos que ese pasado que compartimos con determinadas personas ya está en el olvido y que ahora lo que nos llena es el hecho de que podemos seguir nuestra vida adelante con otra gente, con otro rumbo, con otra vida sin pensar en aquello que ya no es, pero no es así porque se siente la fria sensación de estar con mucha gente, pero en realidad sentirse solo, porque en realidad la pieza fundamental se haya en otro lugar. Cosa que aunque el autor expresa tácitamente la frase "La Soledad en compañía es peor que cualquier sueño mítico" se puede superar; pero se necesitará de un largo TIEMPO.
De igual forma, en el poema titulado "POESÍA A CONTROL REMOTO II TE QUIERO", en su frase: no quiero volver al pasado", permite reflejar que es es necesario olvidarse de todo lo que una vez fue dañino y seguir con la frente en alto, teniendo presente que nuevas oportunidades surgirán en este mundo tan cruel y desubicado.
POESÍA A CONTROL REMOTO II
TE QUIERO
No quiero encontrar las paredes laceradas de tu ataúd luego de ser guardada por error, bajo un alud de tierra santa.
No quiero sufrir como Charlie García,con cargos de conciencia por olvidar la catalepsia;
no quiero volver al pasado y escribir primero que él Rasguña las Piedras.
Quiero escribirte, más bien, una canción loca de amor.
Quiero verte en ella reflejada como un hada encantadaque ofrece cumplir mis deseos.
Quiero sentirte mía: seas mi calor, mi humor;
Quiero que seas mi vida.
No te quiero sumisa ni resentida.
Te quiero como eres: luchadora, soñadora y encendida.
Te quiero cuando gritas a los cuatro vientos y a los siete mares que me amas
Mientras veo tu cabello mojado, porque llueve a cantaros,
Pero no nos importa; lo único que nos interesa es que somos uno solo.Te quiero abrazándome y besándome en la mañana, la tarde y la noche
Y si algún día se nos olvida, redoblar la dosis y empezar de nuevo.
Te quiero haciéndonos el amor en la playa,
Así la arena indiscreta maltrate nuestra espalda.
Te quiero libre y alegre.
Te quiero a ti y sólo a tiy a ningún sapo le importa que yo sepa cuánto me quieres a mí y sólo a mí,porque te da la gana.
No quiero verte callada, con tu alma y tu espíritu rebosados de sufrimiento.
No quiero una caja de caudales.
Tampoco quiero un cangrejo: duro por fuera, blando por dentro.
Quiero a mi mujer hasta en las fauces del infierno,
en la última gota de mi whisky adulterado,en las puertas del nirvana,dentro de la guitarra de Kurt Cobaino volando como una hoja vestida de alas blancas en el humo azul de mi cigarro.
Quiero a mi otra parte: mi pedazo de todo, mi porción de la nada.Te quiero bruja, titiritiando mis sentimientos.
Te quiero loca, en todo momento.
Te quiero incoherente y con dudas, como todo ser humano.
Te quiero como diamante en bruto y sin ánimo de pulirlo a mi acomodo.
Eres mía y con eso me conformo.
Soy tuyo, hasta cuando tú lo decidas o decidamos:La llama del amor también es democracia y, a la vez, ceder y tolerancia.
Como dice el poeta: el amor oye razones que la razón no conoce.¿Y a mi qué?, el amor mío eres tú.Para ti soy un libro abierto.Para ti soy comprensión y compañía.
Y una buena revolcada de vez en cuando, antes del mediodía.Para mí eres la vida, el amor y la alegría.
Y así eso a ti te valga verga:No quiero verte sola.Sólo quiero que estés junto a mí hasta el final de mis días.
Ricardo Villa Sánchez
(Bogotá, 22 de julio de 2001)
SIEMPRE ES BUENO REGRESAR A CASA
Había una vez un niño que durante una semana ardió en fiebre. Ese niño era yo, tú lo sabes Alonso. Aquel domingo no sabía si era de noche o de día, sino que hacía tres días estaba en cama solito, desde cuando mi padre empacó sus escasos libros, se puso su buzo cuello de tortuga, su curtida chaqueta de cuero que era de gamuza, su gorra del Chómpiras a rombos marrones con azul, su bufanda café, se echó gomina en su cabello lleno de horquillas, se afeitó su larga barba, abrió la puerta pasito y se fue.Todos esos días me consintieron mucho: ¡Quisiera estar enfermo todo eltiempo! Así mi mamita Patricia me daría confites de mora de a peso en la mañana y gelatina de uva por la noche. Mis hermanos, Esteban y Matías, me pondrían pañitos fríos en la frente y cumplirían mis órdenes: —¡Esteban, tráeme agua!—. Él volaría a la cocina y regresaría enseguida con agua en mi vaso de la guerra de las galaxias o si no, le tocaría volver de nuevo, sobre todo si la traía en uno de electro-plata. —¡Matías, cambia el canal en la televisión! José Miel no me gusta, es muy llorón— Y él con sus hombros encogidos me pasaría el control remoto casi desarmado de tanto caerse al suelo en nuestros juegos o dejarían de ver al Jardinerito, Lucho Herrera, ganarse ensangrentado la etapa de Saint Etienne por poner Animalandia y poder ver al payaso Bebé hacer torta de espinacas. Eso sí sería vida, lo único malo es estar acostado en la cama de mi mamita sin poder salir a jugar fútbol al parque o a patinar en el andén.Mi mamita entró en ese momento al cuarto y me preguntó: —¿Cómosigues, m’ ijo?— y a mí se me iluminaron los ojos.— Estoy mejorcito, ¿por qué?, ¿ya puedo salir a la calle? mamita, ¿qué tengo?—Ella miró al techo, se quitó sus gafas de marco de carey que ocupan casi toda su cara, sonrió de lado a lado, me dijo: —Ya va a empezar la Abeja Maya, mira, mira— Se levantó del borde de la cama, fue al baño. De lejos, como si fuera en otro mundo, en la tierra de He-Man, escuché gemidos largos como los que hacía mi perrito Pinki cuando lo atropelló ese renolcito Cuatro en la calle de al frente del edificio, mientras esperábamos el bus del colegio.Cuando pasaban las primeras propagandas regresó mi mamita con los ojos enrojecidos y la mirada en el país de nunca jamás. Le pregunté: —Mamita: ¿adónde se fue papá?—Papito se fue a un país muy lejano, en donde hay nieve y hace mucho, pero mucho frío, mira este es el lugar…—Me mostró una postal de una mujer mona, altísima, que casi tapaba a ese sol eléctrico que se dibujaba en el fondo sobre el piso blanco. Aquella mujer sonreía con sus manos guardadas en guantes de lana negros, chaqueta de cuero del mismo color que le llegaba hasta sus tobillos y su gorro de lana, también oscuro, que sólo lo hacía diferente al resto de su vestido, por los rizos color de oro que brotaban debajo de sus orejas y la estrella de sangre que tenía cosida en la frente.Mi papito para mí siempre fue un Visitante, como siempre te decía Alonso: —Ahí llegó otra vez el Visitante, mejor no hablamos hasta que se vaya— Era el señor que llegaba a cualquier hora del día cada dos meses, nos alborotaba el cabello cuando nos veía y le daba besos a mi mamita, o, a veces, despertábamos con la sorpresa de encontrarlo en bata sentado en la sala, a sorbos con un tinto humeante mientras leía el periódico, nos sonreía, nos preguntaba las mismas dos cosas de siempre y nos hablaba de la revolución, después se bañaba, se ponía otra vez su muda de ropa con su saco de lana cuello de tortuga y se iba.Mi mamita en esos días cambiaba el semblante, sus ojos estaban en otro lugar. No nos contaba, pero, sé que soñaba con viajes a la costa, con regresar a la casa de nuestra familia materna, adonde desde cuando se supo que Esteban nacería, no había vuelto.Hoy fuimos al médico, el tipo con su cara de menso me mandó a que al otro día madrugara para que me puyaran el brazo para sacarme sangre. Mi mamita le llevó los resultados en la tarde del siguiente día y como que el menso le dijo que tenía varicela. Valiente cosa, como si la vecina de al lado no lo hubiera dicho ya, cuando vio esa mancha negra en mi frente casi del tamaño de mi huella digital que aparece en la tarjeta de identidad que me entregaron cuando cumplí ocho añitos. No sé cómo hizo mi mamita pero consiguió hojas de matarratón para hacerme duchar todos los días con esa agua del color de las iguanas, que olía a tres días sin bañarse. Siquiera ya no tenía fiebre pero por esas dos semanas me parecía a Andrés, el hijo de la vecina del apartamento de al lado, sólo que él tenía puntitos rojos que parecían montañas de barro, mientras que los míos eran oscuros como puertas al centro de la tierra o agujeros negros del espacio.Todas las tardes venía Prada a prestarme los cuadernos para ‘desatrasarme’ del colegio pero la última semana no vino, como que lo contagié, y no sólo a él, más bien, a través de él a Villa, a Soto, a Joya, a Gutiérrez, a Mantilla, mejor dicho, a medio curso. No sé como irán a hacer ellos ahora que vienen los exámenes finales, si fuera en vacaciones la pasarían rico.El fin de semana para celebrar que me he recuperado de mis dolencias, mi mamita nos llevó a matinée a ver Rambo y después a comer pizza. Cuando llegamos a casa jugamos a los pistoleros con las metralletas de mentiras que nos regaló el Visitante como hasta las nueve de la noche, hasta cuando se acabó la telenovela de Llorónica Castro, como le mama gallo Esteban a mi mamita y ella se enoja. Ella con los ojos rojos nos acostó, nos dio el acostumbrado beso en la frente y apagó la luz. A lo lejos se escuchaba el radio siete bandas con noticias de Prensa Latina y mi mamita tomaba notas casi hasta el amanecer. No sé si el Visitante viene cada dos meses a buscar esos cuadernos de notas que le toma mi mamita o por los besos que ella le da.El fin de semana mi Papá volvió, se encerró en la biblioteca con mi mamá, como siempre Alonso, me escondí detrás de la puerta y escuché a mi mamita llorar. El Visitante le decía que había ido a La Samaria. Que había visto a su suegro, caminando en la playa casi al amanecer, cuando él con sus amigos entrenaban. Mi mamita le preguntaba que si se le había acercado, le había hablado, que si estaba bien, que si sabía algo de su familia. Mi papá sólo le dijo estas cortas palabras:—Con esta barba y el cabello largo no me reconoció, siquiera porque eso hubiera podido dañar el operativo…Después de decirle eso le entregó un sobre a mi mamita y le dijo a susurros:—Tú sabrás cuando darle esta carta a mis hijos, te amo mi muñequita— Para después salir en completo silencio. Fue la última vez que lo vi.El lunes regresé al colegio. La profe Hilda me recibió con un beso. Les pidió la tarea a todos, excepto a mí, que no pude entregársela porque estuve enfermito y, además, nadie se atrevió a ir a la casa a prestarme los cuadernos. La profe ni se inmutó, enseguida me dijo que para mañana había tarea de sociales y de español, debía traerlas bien hechas, sólo me aceptaba eso por esa fecha, sobre todo que en la otra semana comenzaban los exámenes finales y debía estar al día para que pasara el año. En la tarde, después de ir a la casa de Luis a pasar cuadernos, fui a la clase de piano. El maestro Fermín se puso feliz, me dijo que así llevase dos semanas sin ir a la academia, los compañeritos de mi edad no me habían alcanzado en el libro. Ya casi tocaba con las dos manos y leía algunas partituras y eso le encantaba al maestro Fermín, hasta decía que tenía futuro en la música clásica.II¿Qué sentirá una vaca cuando la llevan al matadero? Se debe sentir como el pollito cuando la cocinera de la finca agarra a su mamá mientras sentencia: —Esta está buena para recibir al niño Dios— El pollito entonces contento va a contarle a sus hermanos a saltos: — ¡Mi mamita va a conocer al niño Dios, mi mamita va a conocer al niño Dios!— Y el gallo llora por debajo de su cresta, pero, por poco tiempo, él sabe que al otro día le llevarán carne fresca para pisarle el ala. Así me siento, con un filin como el del yin y el yan: bolonio–bodoque, as del volante–carro cisterna, crédulo como el pollito, orgulloso y conforme como el gallo de lidia, oscuro como la noche pero brillante como la luna.IIIAlonso, el día cuando terminamos los exámenes finales en el colegio llegué a casa feliz: había ganado el año. Prendí la televisión, mi mamita contenta me sirvió el plato de comida en una bandeja para llevármelo a su cuarto. Almorcé en su cama. Empezaron las noticias del mediodía, salí a toda velocidad a contarle a mi mamá, que estaba en el estudio, que por la televisión mostraban a los policías pata podrida abre la puerta que ya es de día, jugando a los pistoleros en la Plaza de Bolívar, donde, a veces, íbamos los domingos por la mañana a darle de comer arrocito a las palomas, y mi mamita sonrió largo rato para después decirme que los polochos y el ejército tuvieron un combate con los del EME porque se habían tomado a sangre y fuego el Palacio de Justicia para hacerle un merecido juicio político al presidente por incumplirle al pueblo con respecto al proceso de paz y que me debía sentir muy orgulloso de eso.En esas tocaron a la puerta. Mi mamá sorprendida abrió. Entró un señor canoso a casa, amarrado a un maletín de mano de cuero marrón, envuelto en una gabardina camel, y que, con su otra mano, se puso en el pecho un sombrero de igual color con cinta café. Afeitado a ras y sudando agua de colonia, parecía un personaje de una película en blanco y negro con su cabello estirado hacia atrás, embadurnado de gomina. Nos saludó a todos con sonoros besos en la frente y en las mejillas, que mis hermanos recibieron con recelo. A mí me abrazó y me alzó hacia el cielo, mientras decía: —Este muchachito se parece a mi papá— Me miró fijo a los ojos, me manifestó: —Tienes que aprender a echar discursos y hablar criollo m’ ijo, ¡ah!, y Ojala llegues a ser hincha del Unión.Mi mamita, con su delantal de arco iris, el pincel untado de pintura de aceite en su mano izquierda y con la paleta en la otra, lo recibió, mientras de sus ojos se escapaban gotas de agua salada, arguyó:—Papá, tanto tiempo...—Fueron trece años, mi chiquita...—...—...—Pero, bueno el tiempo pasa volando y el amor sigue igual— terminó el señor.Ella lo abrazó, duraron harto rato en silencio así, mientras mi mamita gemía con intervalos para respirar, y Matías, Esteban y yo nos mirábamos a los ojos sin saber qué hacer.—Papá te extrañé tanto, casi todos los días pienso en ti y no creas que lloro de tristeza, lloro de alegría que es más bonito— Nosotros sonreímos para preguntarle en coro al viejito: —¿tú eres el abuelo...?—El señor nos contestó: —Claro m’ ijos, y desde ahora nunca dejaré de serlo, por lo menos hasta que me muera— Sí Alonso, era el abuelo, el de las fotos que tenía por ahí guardadas mi mamita de cuando él era más joven, el que ahora mira a mi mamita y le pregunta: ¿ya están bautizados estos muchachos?—No papá, tú sabes que José Ramón es ateo.—Pero tú no, m’ ija.—Bueno, pero yo comparto los ideales de mi marido, papá.—Pero si ustedes no están casados.—Vivimos juntos.—Vamos hacer una cosa, ¿cuándo salen de vacaciones los pela’ os?—Saldrían la otra semana pero por culpa del Negro y del Turco los soltaronayer.—¿Cuál Negro...? Bueno, m' ija, chiquita vámonos pa’ La Samaria y allá losbautizamos...—Papá, eso debo pensarlo con calma...—No, m’ ija, no entendiste, por ahora sólo de vacaciones y allá hablamosbien.—Bueno, si es así no hay problema.Mi abuelo casi mira al cielo, contento le pidió café con leche a mi mamita y fue a coger el teléfono.—M' ija y ¿por qué esta vaina no suena?—Papá, le cayó un palo...—¿Le cayó un qué?—Un palo’ e cuenta... Mi abuelo intentó sonreír de lado pero no pudo, más bien sólo miró feo hacia el techo. Pero, lo que le hizo tocar madera fue cuando mi mamita le dijo: — Pa’, te va a tocar tinto sólo.—¿Y eso?, chiquita— Mi mamita bajó la cabeza, se encogió de hombros, a susurros habló: —porque no hay leche— Mi abuelo se quedó pensativo y callado, seguro por respeto. Llamó a Esteban, sacó un billete de esos grandes que le duraban a mi mamita toda una semana, le ordenó:—Estebancito, monito ve a la tienda y cómprate ahí dos bolsas de lechey lo que quieras—Esteban se rió, le dijo a Matías que lo acompañara. Mi abuelo volteó su cabeza hacía mi para con total propiedad mandarme al cuarto de mi mamita a ver televisión, como si ya conociera el apartamento. Sin embargo, lo prendí, lo dejé así, volví y me escondí en la cocina. Mi abuelo con su voz de tenor empezó:—M’ ija, yo volví hablarte porque te amo. Eres mi hija preferida,así seas la que más dolores de cabeza me ha dado. A tú mamá le haces mucha falta. Tus hermanos ni te mencionan pero sé que tú, la menor, la más linda e inteligente...—Papá, tampoco.—Bueno, mi hijita linda, yo siempre quise lo mejor para ti.—Papá...—No te preocupes m’ ija. No voy a criticar tu modo de vivir ni a metermeen tu relación con el bandolero ese.—Papá...—No, m’ ija discúlpame, yo acá, vuelvo y lo repito, no vine a hablar deustedes, yo vine hablar de tus hijos.—Papá...—Si, m’ ija, como sea yo pienso que ustedes los tuvieron muy de seguidos, sin ningún tipo de estabilidad, mira que él no está acá, yopensaba encontrármelo, sin embargo, digo, que tus hijos, mis nietos,están pasando trabajo y no lo deberían pasar; tú sabes que yo tengo losmedios económicos suficientes para sacarlos adelante, tu abuela lospuede criar bien y ustedes acá pueden seguir con su vida, hacer todaslas vainas raras que hacen, ser libres, hacer lo que quieran y seguir en loque andan, porque yo sé… Pero, acá no vine hablar de eso.—¿Sabes qué?, papá—Bueno, que tu marido andaba con el Afrudo ese de La Samaria y con todos esos que ahora tienen al país al borde de una guerra, pero, como ya te dije, m’ ija, yo no vine acá para hablar ni de tu santo marido ni de ti— Mi mamá se quitó el delantal, se secó con esa tela sus manos sudadas, le dijo: —Papá, más bien ellos quieren evitar que este país permanezca en píe de guerra por siempre...—Bueno, como sea...—Déjame hablar papá... Tú sabes muy bien que este país necesita un cambio, una revolución, pero ese cambio debe comenzar desde la familia. Yo no te puedo entregar a mis hijos. Además, al final de mes vienen unos cubanos que me van a llevar a exponer mi obra.—¿Una revolución?, una revolución. ¿Tú obra? Bueno tú obra— Mi abuelo se paró, gesticulaba con las manos, antes de preguntar:—¿Cubanos?, oye m’ ija pero si este país no tiene relaciones con esa isla...—Ellos vienen desde Méjico, y es una buena oportunidad, de pronto me toca ir a vivir por allá. Sí, a pesar de los problemas que tengo con mi marido, José Ramón no está porque anda clandestino o la verdad no sé en qué anda. Lo que me han dicho es que anda en algo grande y que también ha tenido problemas por que compañero suyo, de la época de la Juco, se volvió tira y parece que lo “sapió” con el B-2. La noche en que apareció para despedirse, antes de irse para el exterior, casi lo matan en la puerta de la casa si yo no pongo el limpión rojo en la ventana que da a la calle: es que ya no los quieren ni capturar. Hace unos días volvió prácticamente a recoger sus pasos, pero, bueno, lo más seguro es que él ya debe estar otra vez por fuera del país...—M’ ija, como sea, yo pienso que la mejor oportunidad que tú tuviste fue terminar arquitectura...—Papá, tú sabes que me echaron por hacer esa huelga en contra de la guerra de Vietnam...—¿Huelga?, sobre la guerra de Vietnam, pero, qué bobada, sí aquí en el campo hay una guerra peor, perdóname que te lo diga así, pero, qué bobada.—Papá...—... Discúlpame hija, yo ya eso lo olvidé o más bien lo asumí, me costó un ojo de la cara tenerte en la Harvariana, pero, esa vaina ya te la perdoné, por eso, por eso chiquita estoy acá.—¿Viniste también a sacarme eso en cara?—No, m’ ija, vine a proponerte que me dejes llevar a mis nietos por un tiempo, mientras a ustedes se les mejora la situación, pero, por lo visto, más bien, mientras a ti se te mejora.—Parece facilito papá, facilito, pero tú crees que ellos no me harían falta, tú crees que yo acá sola...—M' ija, tú también puedes venir...—¿Cóoomo... ?—Bueno, mientras regresa tu marido, piénsalo, le dejas el dato, le dices al Caleño ese que te llame a tu casa, a tu única casa, a la nuestra... ——Papá la verdad no sé si él va a regresar…En ese instante sonó el timbre de la puerta, mi mamita abrió, ahondaron Esteban y Matías montados de bombombunes, chocolatinas Jet y frunas. Le dieron las dos bolsas de leche a mi mamita para que las guardara en la nevera y las vueltas de mi abuelo. Mi abuelo corroboró: —M’ ija, piénsalo bien, por lo pronto dame los recibos de los servicios y yo voy y los pago.—Luego, Papi ¿no te vas a tomar el cafecito con leche?—Después m’ ija, y ¿cómo van con el arriendo?—El contrato se vence en enero, debemos cinco meses y ya nos pidieron el apartamento, de vaina no nos han mandado a la policía.—Y ¿dónde hay que pagar eso?—La señora del primer piso es la dueña, ella nos lo alquiló directamente.Mi abuelo salió. Mamá se sentó en el sofá, nos llamó a todos. No sé cómo supo Alonso, pero hasta dijo: —Alex, sal de la cocina, ven acá— para guiñarme su ojo derecho toda cómplice. Risueña nos abrazó fuerte, como nunca. Después se paró, sin hablar. Se dirigió al estudio donde tenía adecuado su taller de pintura. Escuchamos cómo empacaba todo mientras yo trataba de quitarle una fruna a Matías y Esteban me pellizcaba el brazo para que me quedara callado. Mi mamita empezó a cantar suavecito Gracias a la vida, después la cantó fuerte, se creía Mercedes Sosa, enseguida nos llamó con los ojos rojos pero con una sonrisa de oreja a oreja, nos dijo:—M’ ijitos, nos vamos pa’ La Samaria.—¿Qué? ¿Qué?— Preguntó Esteban. Matías por su parte consideró:—Al mar, voy a conocer el mar—Pensé por un instante en el Visitante, sin embargo, grité, saltando por toda la sala: —¡Si, yo quiero ir, yo quiero ir...!Mi abuelo regresó por la noche. Mi mamita le preguntó si quería dormir en su cuarto. Mi abuelo callado le entregó un recibo firmado por la señora Teresa, la de abajo, la cachetuda. También, los servicios pagos. Mi mamita con la mirada triste, como vencida, los recibió, mientras abría sus ojos azules para decirle: —Listo, papá, ¿cuándo nos vamos?— mi abuelo por primera vez nos enseñó sus dientes del tamaño de los de El Lobo Feroz que se comió a la abuela de Caperucita Roja, y su larga carcajada de pirata como la de Long John Silver en la primera novela que me leí al llegar a La Samaria, a mi Samaria: mi Isla del Tesoro.—Bueno m' ija, nos vamos el viernes de la otra semana, voy a aprovechar estos días... —Matías lo interrumpió, como siempre preguntón: —Abuelito, abuelito y ¿cuándo nos llevas al mar?—El mismo día que lleguemos, el mismo día si quieres, de todos modos desde el avión lo vas a ver y vas a ver que no se acaba nunca...Mi abuelo volteó su cara todavía dibujada con su sonrisa, le habló a mi mamita: —M’ ija, Patricia, voy a aprovechar estos días para ir a un buen médico, revisarme la vista, hacerme unos exámenes que me mandaron en La Samaria y llevar a los pela' os a conocer museos, parques, al circo, tú sabes, todas esas cosas que a ellos les gustan y a hacer unas cuantas compras, ¿me imagino que necesitarán ropa para la costa?—Claro papá, oye ¿y este apartamento? ¿qué hacemos con él?—Si quieres te llevas todos tus motetes, tú sabes que la casa es grande, allá sólo vivimo’ tu mamá, el vago de tu hermano, aunque ahora dizque se va para Yanquilandia, y yo.—¿Se va...?—Bueno, tú le preguntarás allá, más bien tú le aconsejarás— Mi mamita se rió, después manifestó: —Me voy a llevar lo necesario, lo de él se lo dejo a mi cuñada que vive por acá cerca.—Bueno m’ ija, como tú quieras.Mi abuelo se levantó al siguiente día antes de que saliera el sol y le subió el volumen a la radio, que estuvo prendida toda la noche a su lado. Decían en las noticias que el palacio ardió en llamas casi hasta el amanecer, pero que el ejército había recuperado el lugar. Ponían y repetían una grabación del presidente de la Corte Suprema, Reyes Echandía, en la que suplicaba un alto al fuego. Mi abuelo despertó a mi mamita. Le dijo, creo que asustado: —Viste m' ija, y tú vives cerca, eso es como a veinte cuadras de acá, si nos hubiéramos asomado ayer por la noche en la ventana hubiéramos visto por lo menos el humo.—Si papá, sobre todo el humo que les da tranquilidad a los mafiosos, esas noches de humo que me han quitado la esperanza.—¿Por qué m' ija?, ¿eso qué tiene que ver?—Hombre, porque me imagino que se quemaron “inexplicablemente” todos los expedientes de los procesos contra ellos y la vaina de la extradición...—La verdad es que este país las siete plagas lo están acabando... Oye m’ ija, me voy a bañar, me cambio y salgo a comprar el periódico.—Bueno pa’, préstame entonces algo de plata y compro lo del desayuno y te lo hago de rapidez.—Coge mi billetera. Está en el saco. No te preocupes, ahora en la mañana vamos al supermercado y hacemos unas compras para esta semana.Le di los buenos días a mi abuelito, él me recibió con un beso en la cabeza. Me dijo que me bañara y cuando él volviera saliéramos a pasear. Mi mamita se encerró en su estudio, al rato salió con los ojos rojos del apartamento para ir a la tienda. Regresó rápido con huevos, queso, mantequilla, naranjas, leche, jamón, cebollas, tomates y chocolate. Al instante el apartamento empezó a oler rico. La boca se me hizo agua. Desperté al flaco de Esteban y casi me pega. Con Matías no pude hasta que le dije que se iba a perder el desayunote. Abrió los ojos como una flecha. Mi mamita entró al cuarto, de par en par abrió las cortinas. El sol hizo su agosto en el cuarto. Nos levantamos. Mi mamita nos dijo que tendiéramos las camas y fuéramos al comedor porque el desayuno estaba servido. Mi abuelo cantaba en el baño Vereda tropical mientras se rasuraba. Salió enseguida del baño con una bata de toalla que le llegaba hasta los tobillos. A los diez minutos, también, del cuarto de mi mamita, de vestido entero y corbata anudada. Se sentó en la mesa callado, rezó, empezó a comer. Nosotros también, sin hablar. Mi mamita sólo tomó jugo de naranjas y masticó una tostada. Nosotros hasta las migas del pan; todo estaba delicioso.Mi abuelo se levantó, fue al baño, se lavó los dientes y se echó agua de colonia. Salió a la calle, al rato volvió con el periódico. Mi mamita lo recibió con un abrazo, le dijo que lo quería y le dio las gracias por volver a ella, antes de entrar de nuevo a la cocina para ponerse los guantes de goma negros y el delantal de girasoles para lavar los platos, los ‘chismes’ como dice ella. Esteban le ayudó, Matías secaba los platos mientras yo los veía sentado y de vez en cuando me sobaban la cabeza.Fuimos al supermercado. Mi abuelo compró de todo, tanto es que cada uno de nosotros entró a la casa con dos bolsas en la mano y el baúl del taxi que nos trajo —como nunca— iba lleno.En la tarde, conocimos el Museo del Oro y el Museo Nacional. Por la noche, comimos en Wimpi. Al otro día entramos al circo y el domingo al estadio a ver un partido. El lunes mi abuelo salió temprano para el médico, pero no al menso, sino a uno de la clínica Shaio. Nosotros nos quedamos para empacar todo con cuidado en cajas de cartón y maletas.Mi abuelo regresó contento, después de las noticias y de almorzar, por la tarde, nos llevó a Unicentro para comprarnos ropa nueva pero fresca, de colores vivos, camisas de mangas cortas, pantalonetas, zapatillas deportivas y gorras de beisbolistas.Al siguiente día, el abuelo volvió a salir temprano a que le sacaran sangre en el laboratorio, lo compadezco, no obstante, el miércoles tenía que llevarle los resultados al otro médico. Mi mamita lo acompañó y Esteban, después del desayuno, quedó a cargo de la casa. Volvieron a la hora del almuerzo con una pizza gigante. Mi abuelo llevaba en sus brazos una caja cargada repleta de lienzos, temperas, crayolas, lápices de colores, paletas, pinceles, papel. Mi mamita pensaba montar un taller para dictar clases de pintura en La Samaria.Ese día no salimos, nos quedamos encantados por escuchar los cuentos de la familia que narraba mi abuelo, que la abuela Rosa, que el tío Samuel el abogado soltero que vivía en Metrallín, la tía Bertha y sus dos hijos casi de nuestra edad: María Sofía y Alberto y su esposo Cándido, que era ganadero y vivían en Fundición, que el tío Yoni que vivía en la casa y no hacía nada, en fin, ya casi los conocíamos.El miércoles mi abuelito se levantó triste. En las noticias decían que el cráter Arenas del volcán Nevado del Ruiz había hecho erupción y sepultó a un pueblo entero en el Tolima que se llamaba Armero. Mi abuelo todo serio decía que eran señales del Señor, que eran castigos de Dios por tanta barbarie, por esa guerra que carcome al país. Mi mamita callaba, concentrada en las noticias. Ese día la pasamos pegados al televisor en blanco y negro. Un pueblo quedó cubierto de lodo, peñones, árboles, pedazos de animales, de gente, de casas.Almorzamos en la casa aunque primero fuimos a misa. Por primera vez entrábamos a ese claustro que se llamaba Parroquia de Jesucristo Obrero, mi mamita la prefirió aunque de todos modos nos quedaba cerca. De verdad que es grande y se siente fuerte esa iglesia, aunque me quedé dormido justo cuando el padre decía: —Palabra de Dios— Y todos en coro le contestaban:—Te alabamos Señor—, mientras en el fondo se escuchaba el sonido de un piano. Cuando volvimos a casa mi abuelito se enteró en las noticias que en la sede de la Cruz Roja recibían ropa, medicinas, comida. Así mi mamita renegara, recogió todos los chiros de tierra fría de nosotros y los empacó en una caja, después fue a la tienda, compró panela, arroz, aceite, los metió en una bolsa y en la tarde los llevó a esa sede de la Cruz Roja que quedaba cerca de su médico. Regresó para las noticias de las siete cuando Juan Guillermo Ríos contaba la historia de la niñita Omayra, y a mi mamita se le salieron las lágrimas mientras decía: —Esto no puede seguir así...— Por primera vez la veía llorar con el televisor sin estar frente al Derecho de nacer de Llorónica Castro o Tuyo es mi corazón con Carlitos Vives y Amparito Grisales: los adultos son así.Mi abuelo, cuando acabaron los telediarios, le mostró a mi mamita la receta que le dio el médico al tiempo que le decía: —Sólo una buena dieta, no más, por lo menos por fin una buena noticia.En la mañana del siguiente día llegó la tía Carmenza con su esposo enun camioncito. Mi mamita la saludó entre dientes. Ella nos dijo: —Qu’ iubo pela’os— mientras seguía a la sala. Dos tipos entraron detrás con cara de tenderos. Ellos bajaron la cama doble, el colchón, el televisor, la nevera, los otros libros del Visitante, el equipo de sonido, los cuadros mayas, nuestras camas y hasta el teléfono, casi se llevan el radio de pilas de mi abuelo en el bolsillo, sin embargo, él se dio cuenta. Por la tarde vino un camión más exiguo y se llevó lo poco que faltaba directo para La Samaria. Viajaríamos al mediodía y nos dejaron con la pinta que teníamos puesta y la del siguiente día, que guardamos en una tula. Mi mamita cerró el apartamento con doble llave, bajó los tacos de la luz, ajustó la esclusa del agua, le dejó las llaves al portero por si acaso aparecía el Visitante, además, un sobre blanco para que se lo entregara en sus manos, en éste se alcanzaba a divisar la letra menuda de mi mamá. En la tarde fuimos a motilarnos, después a cine, nos vimos Top Gun y a comer helado. Esa noche dormimos en un hotel inmenso cerca del aeropuerto. Por la mañana bajamos a desayunar y me dio risa las dos bolitas de mantequilla como dos baloncitos de voleibol, que servían en un platico. A las diez en punto nos fuimos en taxi para el aeropuerto. En el camino mi abuelo nos decía que miráramos bien por la ventana a todos lados, que guardáramos en nuestra memoria lo más que pudiéramos de la ciudad donde nacimos, quién sabe cuando volveríamos, quizás a estudiar en la universidad, si Dios quiere.Nos montamos a ese pájaro rojo de metal que rugía como un león. Nos sentamos seguidos, en una hilera de tres sillas y luego del corredor mi abuelito y mi mamita. A Esteban le tocó la ventanilla aunque Matías fue quien la disfrutó. Esteban se quedó callado. Por la ventana hacía con sus manos como si se despidiera del colegio, de su equipo de fútbol, de sus amigos del barrio y principalmente de Tatis, la hija de la cachetuda, a la que nunca le pudo decir nada, sólo regalarle miles de suspiros de gato cada vez que pasaba por su lado. Mi mamita nos apretó el cinturón de seguridad. Iba asustadísimo, no sé si tú también Alonso, tanto es que la azafata de la minifalda, que entusiasmó tanto a Esteban como a mi abuelito, me regaló un dulce. Ese pájaro atrevido se movió todo el tiempo, hasta pasamos por la mitad de unas nubes y pensaba, con todo ese sudor en mis manitas, que el avión botaba humo. Nos dieron comida, después la de la minifalda recogió la basura, mi abuelo le dijo que era un ángel caído del cielo y mi mamita lo pellizcó. En ese momento Matías gritó: —¡Ese es el mar!, ¡ese es el mar!— En simultánea el piloto en el fondo decía: «Estamos prontos aterrizar en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de La Samaria...». Y Matías, no sólo él, también mi mamita, se querían salir por la ventana.Cuando el avión aterrizó sentí como si volviera a nacer. Me persigné y miré al suelo, casi juré que no me volvería a montar en ese aparato. Cuando la nave se detuvo, mi abuelo se paró, se estiró; del nicho de encima sacó su maletín en el que envolvió su gabardina. Nos hizo señas para que bajáramos por una escalera movediza. Lo primero que conocimos fue el sol de la hora boba. Mi mamita se arrodilló y literalmente besó el piso. Mi abuelo le dio la mano y así, agarrados, continuaron mientras mi mamita abrazaba por el otro costado a Esteban. Pasamos por una rejilla, allí estaban mi abuela Rosa con mi tía Bertha y sus dos hijos María Sofía y Alberto; mi tío Yoni y su novia Tania, y María Luisa la mejor amiga de mi mamita, con quien vivió en Tabogo recién llegada en una residencia universitaria del Opus Dei y la que le presentó al Visitante a mi mamita, aunque ella si se graduó de abogada de la Nacional, tenía oficina de litigante en el edificio Posihueica y contratos de asesoría legal con la Oficina Jurídica de Puertos de Locombia.Mi mamita abrazó con largo aliento a mi abuela, lloraron como un par de niñas durante harto rato; mi abuela vestía de luto cerrado y no nos quiso decir quien se había muerto. Mi mamita siguió saludando con un abrazo de oso a todos los que la miraban con los ojos inundados de sangre. De sus anteojos oscuros se escapó una lágrima gris, como el color de la línea de sus cosméticos faciales. Miró hacia el cielo, volteó y les dio un largo beso a mis primitos y a mi tía antes de presentárnoslos. María Sofía nos besó de una. Ella es un año menor que Esteban. Alberto es de mi edad. Él ni la mano nos ofreció.Mi abuelo con el tío Yoni reclamaron el equipaje en esa vaina de concreto. El maletero los llevó a su tremendo Toyota con aire último modelo. Mi tía y sus hijos se montaron en el Chevrolet Malibu de ella, en el que llevaron a Esteban, a Matías y a María Luisa. Me monté atrás en el Toyota con mi tío Yoni y su novia. Delante iban los demás. Mi tío Yoni me miraba en silencio, con el ceño fruncido, al rato mencionó: —Viejo tenías razón por el teléfono, este chamito es igualito al abuelo pero como era cuando murió— Mi abuelo no le contestó, sólo alzó la mano para decir: —Viste m’ ijo, este monito va a ser grande.Llegamos a la casa en el barrio Jardín. Tenía dos árboles de rocío de oro en la fachada casi deshojados por la entrada con fuerza de las brisas decembrinas. Mi tía ya estaba allí, es que mi abuelito manejaba a veinte kilómetros por hora, cosa que contrariaba a mi tío Yoni quien en casi todo el transcurso del viaje desde el aeropuerto hasta acá, a cada rato se ofrecía a conducir y mi abuelo lo mandaba a callar. Me bajé de un salto para correr a reunirme con mis hermanos. De un grito mi abuelo llamó a Daniel, el muchacho de los mandados de la casa, el Todero, para que bajara las maletas. Mi tío Yoni le ayudó. Mi abuelo en esas nos llamó, se agachó, miró hacia la casa, se secó la frente, por la que bajaba indiscreta una gota de sudor marrón, con su pañuelo hediondo a agua de colonia, tragó saliva, con la solemnidad característica de su vozarrón, mientras nos abrazaba a los tres, nos afirmó:—M’ ijitos, m' ija, esta es su casa... Bienvenidos.

WEBGRAFÍA:
http://ciudadcaotica.blogspot.com/2007/05/siempre-es-bueno-regresar-casa_7048.html.

COMENTARIOS: Lo anterior tal vez no se ajuste precisamente a lo solicitado por el Profesor Gustavo Arrieta; ya que se haya encuadrado en el género literario de la “novela”; pero quise traerlo a colasión, debido a que mientras buscaba poemas sobre el autor RICARDO VILLA SÁNCHEZ, me topé con tan interesante y al vez triste escrito… Y le otorgo estas características porque en gran parte tiene cierto extracto de mi vida; ya que tenemos, por un lado, un padre con determinadas carácterísticas que durante algún tiempo mucho daño nos hicieron, y por el otro, una abuela que hace mucho tiempo nos recibió con gran cariño en su grande y antigua casa después de habernos ido a buscar a una ciudad desconocida y con muchas complicaciones para vivir como lo es Bogotá (Cundinamarca), la capital de nuestro país.

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Sin duda alguna, el señor RICARDO VILLA SÁNCHEZ, definitivamente crea una poesía fácil de entender; no es tan superfluo, pero tampoco tan exagerado con la termonología poetiza que utiliza; sin duda alguna, en ellas refleja todos esos sentimientos que nos absorven día tras día; amor, desamor, olvido, perdón, etc., que en cada poema que se lee hay una frase con la cual cualquier persona se puede sentir identificada automáticamente, y la cual puede dar hasta guías para seguir adelante a pesar de todo lo que sucede a nuestro alrededor...

Se puede notar en la variedad de poemas que presenta que, a pesar de que estudia Derecho, son pocos, por no decir ninguno, los que se han referido a la sociedad jurídica, ya que todos van enmarcados es dentro de la lógica del tonto sentimiento del AMOR.

Felicitaciones por tan Gran Don...

Bendiciones Sr. Villa.

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K.J.V.H.

Código: 2007143068